Sabemos que todos enfrentaremos la muerte de un ser querido, las presiones económicas y los conflictos en nuestras relaciones. ¿A dónde vamos, entonces, en busca de consuelo y ayuda en esos momentos? Afortunadamente, el Señor nos ofrece el lugar perfecto donde acudir.
Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Muchas personas evitan venir al trono de Dios, porque lo asocian con condenación. Si bien el lugar donde el Señor mora es santo, también está lleno de amor, gracia y misericordia (Is. 16:4-6).
Tenemos acceso al trono de Dios gracias a nuestra salvación. Una vez que aceptamos la muerte de Jesús como la expiación por nuestro pecado, el Padre celestial nos ve como justos. Es por esto que los cristianos podemos acercarnos confiadamente a Él y encontrar amor y aceptación. El Señor se goza cuando Sus hijos se acercan a Él. Una vez que venimos, podemos esperar gracia y misericordia divinas para auxiliarnos en nuestra dificultad.
Específicamente, Dios nos da ayuda y bendiciones que no merecemos (gracia), para evitarnos el castigo y los padecimientos que sí merecemos (misericordia). Por supuesto, su respuesta a nuestro clamor puede no ser exactamente lo que deseamos. Sin embargo, al igual que lo que haría un amoroso padre humano por su hijo, nuestro Padre celestial sabe lo que realmente necesitamos, y actuará conforme a lo que más nos conviene. El Señor es digno de confianza.
Cuando vengan las dificultades, recuerde acudir a Aquél que entiende su necesidad y que es capaz de ayudarle.
Por Luis Miguel
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