Dos Minutos
Por: Luis García Dubus
¿PASTOR…?
¿QUÉ ES ESO…?
Juan 10, 11-18
Querido amigo lector de Dos Minutos, tengo que confesarle algo: hace una semana que me estoy rompiendo la cabeza con una pregunta, y no he podido encontrar la respuesta. Quizás usted pueda ayudarme, vamos a ver. Supongamos que Jesucristo quisiera hablarnos a nosotros, los dominicanos de hoy, acerca de quien es El para usted, y para mí. ¿Cuál imagen usaría? ¿Con qué o con quién se compararía?
En aquellos tiempos, él quiso decirle a la gente quién era, y les dijo que él era “El Buen Pastor”. Para los hebreos, esta era una imagen perfecta. Ellos sabían exactamente lo que era un pastor.
Incluso los tres grandes padres de ese pueblo habían sido pastores: Abraham, pastor de rebaños numerosísimos; Moisés, quien guardaba los rebaños de su suegro Jetro cuando Dios le encomendó liberar a su pueblo del dominio egipcio; y por ultimo, David, fundador de la dinastía de quien debía nacer el Mesías.
Pero, ¿y nosotros…? La mayoría sabemos bien lo que es una montaña, el mar, o una mata de plátano, pero no hemos visto un pastor, puesto que en nuestro país no hay rebaños de ovejas, ni pastores que las cuiden, las protejan, e incluso estén dispuestos a dar la vida por cualquiera de ellas. Así que, ¿qué imagen usaría el Señor hoy para que nosotros entendiéramos quién es él? ¿Se le ocurre a usted alguna?
Entre tanto, déjeme decirle que un pastor tenía tres características principales:
- La primera, es que estaba siempre alerta, en guardia, observando con la máxima atención a cada oveja.
- La segunda, es que estaba dispuesto a afrontar cualquier peligro para proteger a sus ovejas.
- La tercera, es que era previsor, de modo de mantener a sus ovejas siempre protegidas en medio de situaciones difíciles. Es decir, que no es alguien que manda, es alguien que cuida.
Precisamente en el evangelio de este domingo (Juan 10, 11-18) el Señor declara lo siguiente:
“Yo vine para que vivan y estén llenos de vida. Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas”.
Y un poco más adelante añade:
“Yo conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí”. “Yo les doy Vida Eterna, y no se perderán jamás, y nadie me las arrancará de la mano”
(Juan 10, 15-29)
- No sé qué le parece a usted, pero le voy a decir francamente que, en medio del lío que es esta vida, a mí me alegra y me da paz pensar que soy una simple oveja de ese PASTOR.
LA PREGUNTA DE HOY
¿CÓMO SE CONVIERTE UNO EN OVEJA DE ESE PASTOR?
Es algo que nadie puede hacer por sí mismo. El Señor lo dijo:
“Nadie puede acercarse a mí si el Padre no lo atrae”.
Ahora le pregunto yo a usted: ¿Se siente usted “atraído” hacia el Señor? Presumo que sí, puesto que está leyendo esto….
Ser oveja de ese Pastor es un misterioso don del Padre, y si usted no ha recibido ese don parece que están por dárselo.
Ser libre del todo se logra al estar adherido a un liberador. Esa es la enorme diferencia y ventaja que tenemos las ovejas de ese gran pastor llamado Jesús.
Dice El que nosotros conocemos su voz, y que El nos conoce a nosotros, a cada uno en particular, a cada cual por su nombre.
Es asombroso lo que una persona consigue cuando se familiariza íntimamente con la “voz” de Jesús cuando le habla en su interior.
Tengo amigos que afirman que han establecido una relación personal e íntima con ese Pastor a un nivel que nunca tuvieron ni con su papá ni con su mamá.
“Reservar unos minutos para escuchar, y luego dejarme conducir por esa Voz”, me dijo recientemente un ocupadísimo ejecutivo de Santiago, “es lo mejor que me ha pasado en los últimos tiempos”.
Es lo único que hacen las ovejas: DEJARSE CONDUCIR.
Y son las personas más seguras y felices del mundo.
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